Enseñando a los niños a usar lenguaje optimista y racional para neutralizar sus sentimientos negativos
Los estudiantes impulsivos, con pobre autocontrol (berrinches) o que se enojan con facilidad necesitan entender que lo que ellos le dicen --o hacen-- a otro niño afecta al otro niño, pero lo que ellos se dicen (ejemplo: “¡Soy un idiota!”), o se hacen a sí mismos (ejemplo, golpearse contra una pared), solamente los perjudica a ellos mismos. En otras palabras, tanto nuestro pensamiento (las cosas que pensamos) como nuestra habla privada o personal (hablar con uno mismo) influencian la manera en que nos vamos a sentir, y las cosas que vamos a hacer o nuestros actos. No existe mejor “alimento” para sentimientos y actos turbados como nuestros pensamientos pesimistas y negativos. Pensamientos optimistas y positivos, por otro lado, nos ayudan a calmarnos, a sentirnos más contentos y a ejercer mayor autocontrol. Ahí radica la importancia de que maestros, consejeros escolares y otro personal de apoyo enseñemos a los estudiantes maneras de monitorear (supervisar) sus pensamientos y lenguaje privado o personal para reemplazar pensamientos o expresiones pesimistas y negativas con mensajes optimistas y automotivadores. Los niños son capaces de desarrollar la habilidad para supervisar y autocorregir tanto su pensamiento como su lenguaje privado. Lo primero que hacemos es enseñarle al estudiante con pobre autocontrol a que reconozca las señales del cuerpo (por ejemplo, los músculos se tensan y suda más), los pensamientos (ejemplo, piensa: “¡Odio a Rubén!”) y las acciones (ejemplo, dice soeces y patea sus libros) que le están avisando que está cercano a su punto de ebullición o su punto emocional crítico. Una vez el estudiante reconoce las señales de su punto crítico, se detiene a sí mismo antes de que haga algo que le ocasione un problema mayor, o sea, antes de darle un golpe a Rubén. Entonces, el estudiante se autocorrige y se automotiva a actuar con sensatez usando su diálogo interno o privado. Le enseñamos al niño a usar un grupo de instrucciones personales, optimistas y racionales, para parar de inmediato su manera habitual (impulsiva) de pensar y de actuar, dirigiéndose a sí mismo hacia una respuesta positiva en lugar de una negativa.
- Acabo de cometer un error. ¡Gran cosa! No es el fin del mundo.
- Cometer un error no es tan malo.
- Bueno, esto no me gusta pero en realidad no es tan malo. Sobreviviré.
- Yo puedo manejar esto.
- Yo puedo meterle mano a esto.
- Cógelo con calma, no sobreactúes.
- No exageres las cosas; esto no es el fin del mundo.
- No hagas esto más grande de lo que es (o no lo saques de proporción).
- Cuando la maestra me regaña, no me gusta, pero lo acepto. Ella tiene el derecho a decirme las cosas que yo no hago bien.
- La maestra me marcó unas cuantas preguntas incorrectas, pero… ¡Qué remedio! Para eso están los maestros, para enseñarnos a hacer las cosas bien.
- No saques esto de proporción. Piensa en las contestaciones que sacaste bien en el examen.
- Yo sé/yo puedo controlar mi coraje.
- Yo sé lo que tengo que hacer cuando me siento molesto.
- ¡Para! Piensa lo que tienes que hacer aquí. Okay, este es mi plan…
- Relájate. Toma una respiración profunda… Ahora sí… Este es mi plan...
- Cuenta hasta 10… 1… 2…. 3…. ¿Cúal es mi plan?
- Como mi maestra siempre me dice, voy a tratar de hacer lo mejor que pueda.
- Me gustaría ganar, pero si no se puede, no se puede.
- Ganar siempre agrada, pero si no gano, como quiera voy a estar bien.
- Yo decido lo que yo voy a hacer aquí. No
tengo por qué explotar.
- Los petardos explotan; los niños piensan.
- Esta es mi elección. No quiero sentir coraje.
- Esta es mi elección; elijo estar tranquilo.
- Mantente tranquilo.
- ¡Para! ¡Tranquilo!
- Yo puedo manejar esto.
- Tómalo con calma…
- Cógelo suave…
- Mantente sereno… No te agites ni te sofoques.
- Enfríate; échale agua a ese fuego para que se apague.
- Respira profundamente… 1… 2… (tres a cinco veces).
- Cuenta hasta 10.
- Solo relájate… No pienses en nada más…
- Voy a estar bien…
- Yo puedo manejar esta situación. Me siento más fuerte cada día.
- Esto es un poquito difícil, pero yo puedo soportarlo.
- Mientras me mantenga calmado, estoy en control.
- Yo controlo mi temperamento.
- Yo estoy bien…Nada me va a pasar.
- Me voy a sacar esto de la mente y me voy a sentir mejor.
- Yo me voy a recuperar de esto y voy a estar bien.
- Yo tengo una elección que hacer aquí; no tengo que pelear.
- No necesito probarme nada; yo sé que soy fuerte.
- No te molestes por lo que Rubén dice.
- Rubén no es el que decide como yo me voy a sentir. Esa es mi decisión, no la suya.
- No voy a permitir que esta situación me afecte/me saque de control.
- No voy a reaccionar a _____. Eso es lo que Rubén quiere, que yo pierda el control y me meta en problemas.
- Voy a ignorarlo y entonces, me voy a sentir muy bien conmigo mismo.
- ¡Piensa esto con cuidado! No seas impulsivo.
- No saques esto de proporción.
- Sigue tu plan…
- Esto es una tontería; no vale la pena meterse en problemas por esto.
- Esto no es tan terrible; no es digno de que me de coraje.
- Rubén me está provocando. Yo no necesito reaccionar.
- Bueno, que me llame “gordo” no me gusta, pero no me mata. Solo tengo que ignorarlo; ya se callará.
- Mi mamá es súper chévere. Ella no es lo que ellos dicen.
- Rubén es cruel; la verdad es que siento pena por él.
- Okay, este no es el fin del mundo, simplemente un problema más para resolver. Enojarme no me ayuda. ¿Cuál es mi plan?
- Habla; no golpees.
- Para y piensa antes de golpear.
- Para y piensa antes de actuar.
- Usa tus palabras, no los puños.
- Cuenta hasta 10.
- Trata de mantenerte calmado.
- Me voy a calmar…voy a estar bien.
- Relájate…
- Camino lento… hablo despacio… respiro profundo… poco a poco me voy relajando.
- Siento que empiezo a agitarme… Respiro lento y profundo…eso es, lento y profundo… me estoy serenando.
- Me estoy sintiendo tenso… relajándome.
- Mis músculos están empezando a tensarse… Voy a hacer las cosas más lento hasta que me relaje.
- Mis puños están rígidos; tengo que soltarlos… Eso es; no voy a golpear a nadie hoy... tampoco mañana.
- Okay, respiro profundo… sentir coraje no me ayuda.
- Ya esto me está fastidiando. ¿A ver, que puedo hacer? Ya sé, voy a seguir hablándome hasta que se me baje el coraje.
- Este es el momento para detenerme a pensar en todas las cosas que yo he hecho bien hoy.
- Siento coraje. Esta es mi señal para hacer lo que tengo que hacer.
- Voy a “caminar un par de pasos hacia atrás” para poder mirar esto desde más lejos y más calmado. Lo importante es no reaccionar.
- Este es el momento para hablarme… hablo calmado y lento… uso mi voz normal… Puedo sentir coraje; eso es normal, lo importante es que no reaccione impulsivamente. Yo soy un buen niño aunque sienta coraje.
- Quizás los dos tenemos algo de razón.
- Yo no puedo esperar que las otras personas actúen de la manera que yo quiero que actúen.
- Me merezco una felicitación. Hice un buen trabajo y me mantuve tranquilo.
- ¡Buen trabajo!
- ¡Bien hecho!
- En verdad, mantuve mi compostura.
- ¡Ah! Olvídalo…
- Buen esfuerzo; ahora, sacúdete esto de encima.
- Traté lo más que pude, y eso es lo que cuenta.
- Hice lo mejor que pude. La próxima vez, me irá mejor.
- Yo hice mi parte; si Rubén sigue con coraje, ese es su problema.
- Esto no es fácil de hacer, pero voy a seguir tratando.
- Deja de pensar en esto. Seguir pegado a este pensamiento solo me hace sentir peor.
- Bueno, esto funcionó en parte; ya lo haré mejor la próxima vez.
- Con más práctica, voy a seguir mejorando.
- Estoy mejorando… ¡Felicidades!
- La próxima vez, le voy a hacer caso a mis “señales”.
- La próxima vez, voy a seguir mi plan.
- A decir verdad, lo hice muy bien.
- ¡Buen trabajo!
- ¡Muy bien!
- ¡Fantástico!
- ¡Excelente!
- ¡Hice un gran trabajo!
- ¡Vas muy bien!
- ¡Bien pensado!
- ¡Bien hecho!
- ¡Nítido!
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