En ocasiones, nuestra relación e interacciones con un estudiante se
deteriora al grado de sentir que no importa cuanto nos esforzamos, únicamente
podemos caminar en una sola dirección, “hacia el sur” o hacia el lugar donde
el resentimiento del estudiante y la frustración del maestro se encuentran y
chocan. Con múltiples interacciones maestro-estudiante en abierta hostilidad y
oposición, “él” (estudiante) termina
colocándose en una esquina mientras “yo”,
el maestro, me posiciono en la esquina contraria. Yo defiendo mi esquina
celosamente y con fiereza; el estudiante, por su lado, protege su esquina con
pasión. Somos dos seres igualmente apasionados defendiendo nuestras respectivas
posiciones, y tal parece que estamos hablando dos idiomas diferentes. Mi “sí” es el “no” del estudiante; mi “¡tienes
que hacerlo!” es su “¡no lo voy a
hacer!”. Darle ordenes y criticarlo negativamente es mi manera de persuadir,
sin éxito alguno, al niño. Y mientras más yo exijo y demando, menos el
estudiante hace lo que yo quiero que haga. Y mientras menos el estudiante hace
lo que yo quiero, más rígidamente yo disciplino y más inflexibles nuestras
interacciones se vuelven. En otras palabras, a pesar de que maestro y
estudiante estamos compartiendo un mismo espacio físico, mentalmente y
emocionalmente “nosotros” (maestro con
estudiante) nos encontramos en dos lugares completamente diferentes. Bajo
esas circunstancias yo siento que la comunicación entre ambos nunca será
posible. Si solo pudiese encontrar el puente
que me permita salir de este camino…
Rapport: el
puente que conecta dos mundos opuestos
Poco yo sabía que, aunque posicionados en esquinas diferentes, nosotros (maestro y estudiante) tenemos
un mismo objetivo: proteger la integridad de nuestro mundo personal. En el
campo de la comunicación interpersonal esto
se conoce como “saving face” o
“salvar la cara”. Una vez realizo que ambos compartimos una misma meta, lo que
originalmente yo percibia como dos puntos de vista y posiciones en colisión
ahora se sienten mucho más cercanas a mis propios intereses y deseos. Lo que yo quiero y lo que yo necesito es lo mismo que el estudiante quiere y necesita: ambos
estamos tratando de “salvar nuestras
caras”, preservando nuestra dignidad. Nuestro objetivo común le añade un nuevo significado a nuestras viejas
interacciones; “él contra mí” ahora redefine como “nosotros” y, de repente, comunicarse y conectar con el niño
resulta más fácil. En palabras simples, comunicación, en lugar de antagonismo,
empieza con una nueva manera de definir y de percibir la situación; incluso más importante, comunicación efectiva siempre
empieza con “nosotros”.
Pero… ¿Cómo puedo reemplazar “él
en contra mía” por “nosotros"? El
secreto para colocarnos en una misma esquina, la esquina del “nosotros” radica en una palabra
pequeñita con un impacto gigantesco: rapport.
¿Qué es rapport exactamente? El
diccionario define rapport como una
relación basada en confianza y en afinidad emocional (The American Heritage College
Dictionary). No existe un término preciso en español, pero al traducirlo
encontramos: “buena relación”, “buen entendimiento”, “compenetración” y
“llevarse bien”. En el campo de la comunicación interpersonal, la metáfora de
dos individuos bailando compenetrados es usada con frecuencia. Al bailar, el buen rapport entre ambos les permite armonizar y coordinar sus movimientos. A los que observan, la
pareja de baile con buen rapport está sincronizada
(1), y el baile fluye. Parece como si fuesen uno solo, pero en realidad son
dos individuos diferentes -juntos pero separados- compartiendo una misma experiencia. Knapp (2),
nos advierte que rapport no es algo
en lo que trabajamos una vez y luego nos olvidamos y seguimos con otra cosa; rapport es un asunto de todos los días,
a todas las horas de nuestro día escolar. A mí me gusta decir que rapport es algo en lo cual los maestros
tenemos que trabajar “un día a la vez, y
cada día un poquito más que el día anterior”. La confianza del estudiante hacia el maestro, piedra angular del rapport, es algo que los maestros
podemos crear con actos sencillos que ejecutamos diariamente; en otras
palabras, los maestros establecemos y mantenemos rapport con los estudiantes a través de acciones simples, pero consistentes, por ejemplo,
estableciendo contacto visual con ellos varias veces al día, dando los
buenos días por las mañanas, sonriendo a menudo y tratando a cada
estudiante como un individuo único y con una posición especial en nuestro salón
de clases.
Hablemos un poco de Ricardo (nombre ficticio), uno de esos estudiantes
que nunca olvidamos. Debido a sus constantes
problemas de conducta y su palpable resistencia a confiar en los adultos, tuve
que hacer un esfuerzo mayor para lograr establecer rapport con este niño. Empecé,
expresando mi curiosidad por las cosas que a él le gustaban y no le gustaban; así
fue como descubrí el sueño de Ricardo de, algún día, convertirse en astronauta.
Al interesarme en aquello que al niño le interesaba le estaba enviando el
importante mensaje a Ricardo de que “lo
que es importante para ti es importante para mí”, lo cual me permitió comunicarle
al niño que yo reconocía y aceptaba su presencia en el salón de clases, apreciándolo
como alguien único y valioso. Ricardo representaba un reto tal para mí, que yo
recuerdo como diariamente, varias veces al día, me repetía las siguientes frases:
“Yo acepto y aprecio a Ricardo por la
persona que él es, no por la persona que yo quiero que él sea” y “Yo dirijo y motivo al Ricardo de hoy,
conduciéndolo, gentilmente, pero con firmeza, por el camino de la persona que él
será mañana”.
En aprender más acerca de los detalles específicos a Ricardo, aprendí
que el niño era un apasionado de la salsa clásica y terminó en cuarto lugar en
un concurso de baile para aficionados varios meses atrás. Noté que el niño se sentía
decepcionado, y un poco avergonzado, por el resultado y me comprometí a nunca
mencionarlo a otras personas; ahora, la revelación de Ricardo se convirtió en “nuestro pequeño secreto”. Para
reciprocar la confianza depositada en mí, yo le revelé al niño mi propio
secreto: lo decepcionada que me sentí cuando, años atrás, durante mi quinto año
de primaria, terminé tercera en un concurso de ortografía. A partir de ese
momento ocurrió algo de incalculable valor; ya no se trataba de un baile de
salsa ni de un concurso de ortografía, ahora estamos comunicándonos a un nivel
más profundo, el nivel donde Ricardo y yo nos percibimos mutuamente como dos
individuos con más cosas en común que diferentes. Por primera vez, Ricardo y
yo, o “nosotros”, estamos en rapport. Con el simple, pero importantísimo
acto de descubrir nuestras similitudes,
esto es, las cosas que tenemos en común,
empecé a percibir el “nosotros” escondido en “Ricardo y yo”. “Nosotros” siempre ha existido
en toda interacción humana, simplemente tenemos que hacerlo real y efectivo.
Notas:
- La técnica neurolingüística conocida como sincronización se usa
para establecer rapport (afinidad) rápidamente
con un individuo hostil.
- Knapp,
H. (2007). Therapeutic communication:
Developing professional skills. Thousand Oaks, CA: Sage.
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Autonomía
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