¿Qué nos dice el modelo enfocado en la solución y cómo lo podemos usar para mejorar la conducta de nuestros alumnos?
Este modelo para disciplinar estudiantes con conductas típicamente disruptivas fue desarrollado por la terapista de familia Linda S. Metcalf en los 1990’s. De acuerdo a la autora, los maestros pasamos demasiado tiempo enfocados en los problemas de conducta de nuestros estudiantes, o en sus fracasos y muy poco tiempo enfocados en sus sucesos o éxitos; esto es, en las cosas que nuestros estudiantes hacen bien. Fijados en los problemas de conducta de los niños, los maestros “problem-oriented” (orientados hacia los problemas) enfocan en las deficiencias, fallas o faltas en los estudiantes. Los maestros “solution-oriented” (orientados hacia las soluciones), por otro lado, enfocan en los momentos exitosos de los niños. En lugar de escudriñar las razones por las cuales un estudiante no se desempeña apropiadamente en su clase, como lo haría un maestro fijado en el problema, el maestro que enfoca en soluciones busca los logros pasados del estudiante, pensando en aquellas ocasiones en que el estudiante tuvo su mejor desempeño o su mejor conducta. Aún más importante, el maestro enfocado en soluciones, usa el éxito y los logros pasados como soluciones a los problemas de conducta del presente. Como menciona la autora, el maestro enfocado en soluciones observa aquellas ocasiones en que el estudiante tuvo éxito y comparte esos momentos con el estudiante, alentándolo a conocer más de esos momentos o a profundizar en ellos. Con ayuda del maestro, el estudiante analiza lo que hizo diferente para lograr producir resultados exitosos en el pasado, conquistando su problema de conducta, aunque fuese por breves momentos. Para cambiar conducta, afirma Metcalf, las contestaciones a todas nuestras preguntas las encontramos en los logros de los estudiantes. Las dos preguntas claves son: (1) ¿Qué hizo el estudiante en ese momento que representó la diferencia? (2) ¿Qué hizo el maestro que representó la diferencia? Esto conduce al maestro enfocado en soluciones a prestarle atención a lo obvio: ha habido ocasiones en que el estudiante ha tenido éxito. Reconocer esto fortalece tanto al maestro como al estudiante. Para el maestro, ese niño que era percibido como “100% fuera de control” ya no lo es más. Para el estudiante, reconocerse como exitoso, aunque haya sido por poco tiempo, regresa el control de su conducta a sí mismo y a sus decisiones, o a aquellas cosas que elige hacer, no a un carácter defectuoso. Por primera vez, una conversación enfocada en soluciones (no en las consabidas quejas y amenazas) puede llevarse a cabo entre el maestro y el estudiante. Cuando maestros y estudiantes enfocamos en soluciones, la conversación suena así: “¿Qué pensamiento pasó por tu mente dos días atrás que te ayudó a controlarte y a ignorar provocaciones? ¿Qué hicimos diferente en la clase ese día que ayudó a mantenerte tranquilo? ¿Qué hice yo (maestro) diferente que contribuyó a que participaras en la lección e incluso intercambiaras ideas y sugerencias con tu grupo de trabajo?”. Luego comentando, “Me pregunto si eso puede ayudar ahora…”. Este intercambio, compartido en una atmósfera calmada, de descubrimiento y mutua curiosidad, es esencial al transmitir esta información al estudiante. Un estudiante típicamente disruptivo interrogado de esta forma se convierte en parte de la solución a su propio problema al lograr identificar momentos en que fue “ligeramente exitoso”.
- ¿Cuándo el (coraje, pobre autocontrol) no es un problema para mí?
- ¿Cuándo este problema no ocurre?
- ¿Cómo yo logro eso?
- ¿Qué estaba haciendo yo en esos momentos?
- ¿Qué pensé yo en esos momentos que me ayudó?
- ¿Qué puedo hacer ahora para lograr que mis momentos positivos sean cada vez más frecuentes?
- De acuerdo a Metcalf, este cambio de enfoque de lo que no funciona a lo que funciona hace la diferencia entre un maestro enfocado en el problema o en lo que no funciona y un maestro enfocado en la solución o en encontrar lo que sí funciona para el estudiante.
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Preparación Docente > Procedimientos y Técnicas > Disciplina
¿Cansado de tener que manejar emociones agitadas y relaciones tirantes en el aula? Esta detallada (paso-a-paso) guía psicoeducativa te puede ayudar:
«Manteniendo la paz en nuestros salones de clases: Cómo gestionar conflicto en el aula a través del modelo SPS»
Una guía psicoeducativa, concisa y al grano, donde se ofrecen consejos prácticos para mediar disputas entre niños. Siguiendo los pasos SPS los niños aprenden a resolver sus conflictos interpersonales de una manera pacífica.
En formatos impreso y digital. Su edición digital te permite adquirirlo en 1-clic en cuestión de segundos.
Tópicos desarrollados en esta guía:
Asertividad
Negociación
Mediación
Pobres relaciones/interacciones personales
Discusiones y peleas entre niños
Niños estresados
Conducta responsable
Modificación de conducta
Luchas de poder
Resolución de conflictos
A quién puede ayudar esta guía:
Maestros/Docentes/Psicopedagogos
Supervisores y administradores en el campo de la educación
Profesionales de la salud mental
Profesionales al servicio de los niños
Padres
6X9 111 páginas
Extraídos de: «Manteniendo la paz en nuestros salones de clases: Cómo gestionar conflicto en el aula a través del modelo SPS»:
Recibamos con brazos abiertos la oportunidad y el reto de intervenir con niños difíciles de manejar. Cuando un problema de conducta o un conflicto interpersonal nos supone un reto ―en lugar de una amenaza― nuestro arbitraje transforma en un fascinante proceso donde armamos las piezas de un intrigante rompecabezas. Manejando el problema de conducta o el conflicto de interacción desde la actitud del «yo gano-tú ganas» nos llenamos de optimismo y, maravillados, nos entregamos a la tarea de encontrar la pieza que completa el rompecabezas, exclamando, « ¡Qué interesante! ¿Cuáles son las posibilidades aquí?». (Página 97).
Lo mejor que podemos hacer para apoyar a un niño que está gritando es dejarlo que se desahogue. Específicamente, durante el «momento del grito», no interrumpimos al niño, no respondemos a lo que dice, no actuamos a la defensiva, no le ofrecemos soluciones y mucho menos tratamos de darle direcciones. Lo que sí hacemos es dar al niño tiempo adecuado (cinco a diez minutos) para que exprese lo que él/ella siente que necesita decir. Una vez el niño descarga sus emociones, lo «desarmamos» diciendo calmadamente: «Dime más…». Con esta corta pero impactante frase le estamos comunicando al niño que no nos vamos a envolver en una lucha de poder. No hay necesidad de que el niño siga gritando si ya no tiene a quien gritar. Al mismo tiempo, «Dime más» le revela al niño que lo estamos escuchando, facilitando el rapport o la buena relación entre ambos y profundizando la comunicación (pág. 104).
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